domingo, 20 de noviembre de 2016

Puta guerra

Hay días y días. Hay días buenos, en que la noche se ilumina por la luna llena. Hay días en que el sol no sale. Hay días en que, de golpe, el mundo cambia y te embiste cuando estás desprevenido. Hay noticias como puñales que llegan y te atraviesan, que desmoronan tu vida, tus planes, que apagan tu luz. Hay noticias que matan cualquier inicio, que bloquean, que nublan los deseos y tiñen de gris la brisa que te envuelve.

Puta guerra.

Hoy no hablo por mí, sino por ella. Hablo por La Mujer por excelencia de la escuela. La mujer que trabaja sin descanso, la que se dedica a los demás para no morir en sí misma. La mujer que, a pesar de todo, siempre sonríe.

Puta guerra. Si decirlo mil veces sirviera de algo, lo gritaría un millón. Puta guerra. Por injusta, por cruel, por ser un bucle de incongruencias del que no se puede escapar, como un huracán que arremete violentamente contra todo lo que encuentra a su paso y lo engulle para siempre. Por herir a los más vulnerables, por hundir a los mejores barcos.

“Lo siento, Eva, no puedo.” Hay días y días y hoy fue un día de muerte, nunca mejor dicho. Un día de familiares muertos en la frontera con Turquía y dos niños desvalidos, que a partir de ahora continúan solos. Hoy fue un día con sorpresa de sabor amargo.


Puta guerra.


domingo, 6 de noviembre de 2016

Frenazo

Quién iba a decirme que hoy iba a estar aquí. No me refiero a “hoy” como realmente hoy, sino como a este presente indefinido en el que actualmente vivo. 

No sé muy bien cómo definir esto. No es una simple etapa más en mi vida, es una burbuja. Es un período en el que, a diferencia de otros, el crecimiento personal no es lo más importante. Es un período de perder la individualidad para ser un colectivo. Una sinergia en estado puro, que no sería posible sin el resto de personas que me rodea. 

Los días se suceden a un ritmo vertiginoso y a veces es difícil parar y mirar hacia dentro. Eso es peligroso, pero hay que pasar por ello. No está mal descuidarse un poco de vez en cuando. Vivir el momento inmediato, comer lo que hay, dormir cuando se puede, posponerse a uno mismo por otros.

Hoy, por fin, he parado después de un mes. No he frenado porque mi cabeza lo necesitase, sino porque mis defensas han decidido hacer huelga y el cuerpo me pide manta, té y muchos pañuelos. Normalmente odio esto, porque me aburro muchísimo y me desespero, pero esta vez no está tan mal. Estoy ordenando pensamientos, estoy analizando todo lo que está pasando y estoy cogiendo fuerzas para volver a la carga mañana.

Atenas es un caos, pero a veces siento que, aunque viva en esta ciudad, no soy parte de ella realmente. Me muevo en una realidad distinta a la de las personas que veo caminar por la calle. Soy parte de un colectivo que trata de cambiar una situación injusta, pero no dejo de ser una minoría. Es increíble la cantidad de personas que, incluso aquí, viven al margen de lo que hago, que ni siquiera tienen idea de la existencia de este minimundo. 

Esta sensación me descoloca. Como si estuviese viviendo en un paréntesis, en cualquier momento podría salir por la puerta y volver a mi casa. Sin embargo, nada volvería a ser igual. Ellos y ellas no tienen esa posibilidad. Viven en un vacío permanente, sin retorno y al margen de la sociedad. Yo ya estoy dentro y sé que una parte de mí siempre permanecerá en la burbuja. 

No sé lo que haré mañana, ni dónde estaré dentro de unos meses, pero ya me es imposible desvincularme de esta lucha.