lunes, 18 de julio de 2016

Grecia

Vuelo de nuevo. Con la ilusión de la primera vez. Y de cada vez. Vuelvo a pensar en maletas y ventanillas de avión. Con mis cinco sentidos preparados para devorar lo que la tierra que pise me quiera ofrecer.

Vuelo para ayudar y para ayudarme. Me marcho rota como un cristal y dejando atrás los cambios que ya son pasado, con el pecho latiendo a destiempo por escapar. Me marcho con la cabeza a punto de explotar de ideas, con los dedos listos para vomitar en letras y el corazón abierto de par en par.

Esta vez marcho a Grecia con el propósito de tender la mano a esas personas que llaman refugiados pero que no tienen refugio. Y esta vez no marcho sola, marcho con mi amiga y compañera de Al Cuadrado Solidario, y marcho con todos los que de una forma u otra quisieron, quieren y –todavía a tiempo- querrán ayudar y colaborar en nuestro proyecto.

En el puerto de El Pireo, en Grecia, habitan temporalmente miles de personas en una situación precaria, durmiendo en tiendas de campaña y rodeados por una verja que los aísla del resto como animales peligrosos. Las últimas noticias del lugar apuntan a un desalojo progresivo del puerto, un desalojo injusto, camuflado, pero no por ello menos agresivo, debido a intereses económicos relacionados con la industria de la pesca. O quizás solo sea una excusa más para librarse de ellos. Saquen sus conclusiones. El caos reina en la zona, el desconcierto, la incertidumbre y el sufrimiento de estas personas no se puede ignorar. 

Mi objetivo primordial es impedir que lo que está sucediendo allí se mantenga oculto a los ojos de Europa. Viajo para ayudar todo lo posible con el dinero recaudado, pero también para llevar a cabo un pequeño programa de arteterapia que ayude a los y las refugiadas, adultos y niños, a encontrar una manera de expresarse libremente, canalizar, desahogarse, y sobre todo contar al mundo lo que viven y lo que quieren vivir. Mi objetivo es lograr, por todos los medios posibles, que sus voces no se acallen, que se escuchen más alto y más lejos. Pintura, escritura, danza, todo es lenguaje y libertad. 

Pasaré (solamente) dos semanas en El Pireo trabajando por y para estas personas que lo han perdido todo, en nombre de todos los que todavía sienten la rabia de la injusticia en el pecho. Los refugiados son personas como cualquiera de nosotros, que lo han perdido todo, que no quieren hacer ningún mal a nadie y que necesitan nuestra ayuda urgente. Todavía no me he ido y ya quiero volver. Posiblemente lo haga, los que me conocen ya saben que no me cuesta mucho tomar este tipo de decisiones. Las alas mandan.

Paz y libertad.