lunes, 30 de enero de 2017

¿Qué se siente?

¿Qué se siente al empezar una de las mayores aventuras de tu vida? La verdad es que esto no nace de mis inagotables ganas de viajar y empapar cada gota de lluvia de cada rincón del mundo, esto nace de mucho más adentro. 

Hace apenas 6 meses tomé una decisión que cambió mi vida hasta ahora. Algo me llevó a viajar a Atenas, en principio “solo para ver qué pasaba por allí”, pero lo que vi se me grabó en las retinas como un tatuaje, para toda la vida. Tras un par de semanas, volví, tal y como ya había decidido después de 4 días allí, y conocí a las personas más maravillosas del mundo en los escasos dos meses que pude disfrutar de esa experiencia. Fue una relación corta pero intensa. Se convirtieron en mi familia. Quizás yo no fui tan importante para ellos como ellos lo fueron para mí, al fin y al cabo conviven con la llegada y la marcha de muchos otros voluntarios y voluntarias, pero a mí me enseñaron tantas cosas que ahora no puedo dejar de quererles. Descubrí lo que realmente es la fortaleza, la generosidad, la lucha constante, el cansancio extremo y sobre todo, y por desgracia, descubrí el verdadero significado de la palabra injusticia.

Y, bueno, ahora yo me encuentro en algún lugar de la frontera entre Francia y España, comenzando un gran viaje, no solo físico, sino también emocional, como todos los viajes, supongo. Pero este es especial. No puedo dejar de pensar en el futuro de esta gente, en dónde volveré a verles, si es que lo hago, en cómo estarán, cómo afrontarán una nueva vida después de los infiernos que han vivido. Me imagino dentro de unos años visitando a Sumaya con su energía desbordante y su estridente risa; a Sami, contando nuevos chistes y haciendo travesuras; a Ali Ali y a Heba, y esa paz cargada de amor que les rodea; a Bashar, ya hecho todo un hombre, y a Tito, como siempre, cuidando de él, los inseparables; a la Mamma y sus maravillosos hijos deseosos de aprender todos los idiomas del mundo; a Khalil cuando ya no necesite andar pegado a su Tablet, pierda el miedo y pueda comunicarse cara a cara con quienes más ama; a Edar, descansando tranquilo después de dejarse la piel por ayudar a los suyos; a Rahmat y sus hermanos con instrumentos nuevos pero cantando las mismas canciones de siempre. A todos los que no lo saben pero se hicieron un hueco en mi corazón. A todos los que consiguen emocionarme cada vez que les devuelvo a mi memoria.

Sé que no todos lo conseguirán, sé que algunos se quedarán por el camino, que la guerra les ha hecho ya demasiado daño como para llegar hasta el final de la carrera. A veces lloro por ellos, por no poder hacer nada, tratando de no perder la esperanza y confiando en que alguno de ellos finalmente demuestre que sí puede aunque nadie le crea capaz. 

Es toda esta mezcla de emociones la que me presiona el pecho de dentro a fuera y la que me guía hacia delante. No es solo luchar por una causa social, por los derechos humanos, también es luchar por ellos y ellas, y por mí, porque no podría vivir tranquila sabiendo que no hago nada para terminar con este infierno en el que viven. Todo esto lo siento entre las costillas y los pulmones, o quizás más adentro. Todo esto es lo que hace de este viaje un grandísimo viaje, para mí, para ellos y para el mundo entero.